Incluso más allá del sueño y los detalles de lo real, existe un frío y recluido lugar de oscura desolación hecho de las ruinas pre-existentes del pasado, presente y futuro; tal es lo que define el dominio velado de la Reina Blanca. Así como el Rey Rojo es el soñador arquetípico, ella es el eterno medio de posibilidad y el camino que cualquier forma de manifestación podría tomar. Ella es el software universal, trazando el camino, como el Rey Rojo es el hardware, chorreando información que ella consume, destruye y reduce a cenizas excepto por aquellas raras ocurrencias a las que ella conceda entrada; es verdaderamente, el último guardián.
Su paisaje vacío es lo que permite que todas y cada una de las manifestaciones ocurran, todo son sombras potenciales en su dimensión. Ella no puede ser convocada, llamada o invocada – el practicante debe llegar a ella, ya sea por pruebas y dificultades, o por una peculiar inclinación natural. Contactar a la Reina Blanca es perder toda apariencia de personalidad, lugar y tiempo. Aquellos que intentan contactarla fallan, pues su dominio está fuera de toda concepción, aunque el aislamiento y las formas extremas de retiro pueden muy bien ser un desencadenante. Uno debe renunciar a sí mismo para conocer su cuerpo.
Aunque carecemos de detalles, se dice que las flores de la datura blanca pueden ser utilizadas como adiciones simbólicas apropiadas para su altar.
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