viernes, 27 de enero de 2017

Psicología Cuántica II - El Problema de la Realidad Profunda


DOS
El Problema de la “Realidad Profunda”

De acuerdo al excelente libro del Dr. Nick Herbert, Realidad Cuántica, la mayoría de físicos acepta la “Interpretación de Copenhague” de Niels Bohr de la mecánica cuántica. (Luego examinaremos las ideas de los físicos que rechazan el Copenhaguismo y tienen otros puntos de vista.) De acuerdo al Dr. Herbert, el punto de vista de Copenhague quiere decir que “no hay una realidad profunda.”
Dado que pronto encontraremos motivos para evitar el “es”* de identidad, y otras formas de “es”, permitámonos reformularlo en un lenguaje más operativo -en un lenguaje que no asuma que podemos saber qué cosas metafísicamente “son” o “no son” (sus “esencias” invisibles”), sino que únicamente podemos experimentar fenomenológicamente. La Interpretación de Copenhague significa entonces, no que no “hay” “realidad profunda”, sino que el método científico nunca podrá localizar o demostrar experimentalmente una “realidad profunda” que explica todas las otras “realidades” relativas (instrumentales).

El Dr. David Bohm, sin embargo, lo expresa de esta forma: “La visión de Copenhague niega que podamos hacer afirmaciones sobre la realidad”. Esto nos dice algo más que la formulación del Dr. Herbert, si se cavila un poco.

Ambos, el Dr. Herbert y el Dr. Bohm, rechazan el punto de vista de Copenhague. El Dr. Herber ha llamado incluso al Copenhaguismo “la Escuela de Física Científica Cristiana”. Como el Dr. Bohm, el Dr. Herbert -un buen amigo mío- cree que la física puede hacer aseveraciones sobre la realidad.

Estoy de acuerdo. Pero yo limito la “realidad” a aquello que los humanos o sus instrumentos pueden detectar, decodificar y transmitir. La “realidad Profunda” se encuentra en otra zona enteramente distinta -el área de la filosofía y/o la “especulación”. De este modo, el Dr. Richar Feynman le dijo al Dr. Bohm acerca de su reciente libro, La Totalidad y el Orden Implicado, “Brillante libro de filosofía -pero ¿cuándo va a volver a escribir sobre física?”

Defenderé al Dr. Bohm (y al Dr. Herbert) más tarde. Por el momento, la realidad en este libro significa algo que los humanos pueden experimentar, y la “realidad profunda” quiere decir algo sobre lo cual lo único que podemos hacer es ruido**. La ciencia, como el existencialismo, trata con lo que los humanos podemos experimentar, y la “realidad profunda” pertenece a los filósofos pre-existencialistas platónicos o aristotélicos.

Lo único que podemos hacer con la “realidad profunda” es ruido -no podemos hacer afirmaciones significativas (falsables) sobre ella- debido a que lo que hay fuera de la experiencia existencial cae fuera de la competencia del juicio humano. Ningún científico con su pizarra, ningún juez, ningún jurado y ninguna iglesia puede probar nada acerca de la “realidad profunda”, o ni siquiera refutar. No podemos demostrar que tenga o no temperatura, que tenga o no tenga masa, que incluya un Dios, muchos dioses o ningún dios, que huela a rojo o que suene a morado, etc. Podemos hacer ruido, para repetirnos de nuevo, pero no podemos producir datos no-verbales ni fenomenológicos para darle sentido a nuestros ruidos.

Este rechazo a hablar sobre la “realidad profunda” es análogo al Principio de Incertidumbre de Heisenberg, cuyo enunciado niega que podamos saber jamás el momento y la velocidad de una misma partícula al mismo tiempo. También es análogo a la Relatividad de Einstein, que dice que nunca podremos saber la “verdadera” longitud de una caña sino únicamente sus distintas longitudes -en plural- medidas por distintos instrumentos en varios sistemas inerciales por observadores que pueden compartir el mismo sistema inercial de la caña o pueden medirlo desde la perspectiva de otro sistema inercial (así como nunca podemos conocer el “verdadero” intervalo de tiempo entre dos eventos, sino solamente los diferentes tiempos -en plural- medido desde distintos sistemas inerciales). También es análogo a las demostraciones de Ames en psicología perceptiva, que mostraron que no percibimos la “realidad” sino que recibimos señales del ambiente, y las organizamos en suposiciones tan rápidamente que ni siquiera nos observamos a nosotros mismos haciendo suposiciones.

Tales “axiomas de impotencia”, como alguien los llamó alguna vez, no predicen el futuro en su sentido ordinario -sabemos que el futuro siempre nos sorprende. Las limitaciones de este tipo en ciencia significan simplemente que el método científico no puede, por definición, responder ciertas preguntas. Si quieres respuestas a esos tipos de preguntas, tienes que ir a un teólogo o a un ocultista, y las respuestas que obtendrás no satisfarán a aquellos que crean en otros teólogos u ocultistas, o a aquellos que no crean en ningún tipo de Oráculo.

Un ejemplo elemental: puedo darle a un físico, o a un químico, un libro de poemas. Tras estudiarlo, el científico puede presentarme un informe diciendo que el libro pesa X kilogramos, que mide Y centímetros de grosor, que ha sido impreso con tinta de cierta fórmula química y unido con pegamento con otra fórmula química, etc. Pero el estudio científico no puede responder a la pregunta “¿son buenos estos poemas?” (de hecho la ciencia no puede responder ninguna pregunta con las palabras “es” o “son”, pero no todos los científicos se percatan de eso aún).

Entonces, la afirmación de que no podemos encontrar (o demostrarle a otros) una “realidad profunda” (en singular) que explique todas las realidades relativas (en plural) medida por nuestros instrumentos -y por nuestro sistema nervioso, el instrumento que “lee” (interpreta) todos los demás instrumentos- no quiere decir lo mismo que la afirmación “no realidad profunda”. Nuestra incapacidad para encontrar una realidad profunda registra un hecho demostrable sobre el método científico y la neurología humana, mientras que la afirmación “no hay realidad profunda” ofrece una opinión metafísica sobre algo que no podemos probar científicamente o experimentar existencialmente.

Resumiendo, podemos conocer lo que nos dicen nuestros instrumentos y nuestros cerebros (pero no podemos saber si nuestros instrumentos y nuestros cerebros nos informan con precisión hasta que otros investigadores replican nuestro trabajo…).

Lo que nuestros instrumentos y cerebros nos dicen consiste en “realidades” relativas o perfiles de “realidades”. Un termómetro, por ejemplo, no mide longitud. Una cinta métrica no mide temperatura. Un voltímetro no nos dice nada sobre la presión ejercida por un gas, etc. Un poeta no registra el mismo espectro que un banquero. Un esquimal no percibe el mismo mundo que un taxista de Nueva York, etc.
La noción de que podemos encontrar “una realidad profunda” subyacente a todas estas “realidades” instrumentales/neurológicas relativas descansa sobre ciertos axiomas acerca del universo y de la mente humana, que parecían obvios a nuestros ancestros, pero ahora parecen rotundamente falsa o -peor aún- “sin sentido”.
Mejor que explique el concepto de “sin sentido”. Para los científicos, especialmente para los de la persuasión de Copenhague, una idea parece sin sentido si no podemos imaginar una manera de probarla, al menos en la teoría. Por ejemplo, la mayoría de los científicos podrían clasificar de “sin sentido” las tres proposiciones siguientes:
  • Los goskits framis distiman los doshes azules los jueves redondos.
  • Todos los seres vivos contienen almas que no pueden ser vistas o medidas.
  • Dios me dijo que no comieras carne.

Intentemos imaginar como uno podría probar, o refutar estas afirmaciones a nivel de experiencia o de experimento. Primero tienes que encontrar goskits, doshes azules, almas y “Dios”, y luego meterlos en el laboratorio; después tienes que figurarte cómo medirlos, detectar señales que provengan de ellos o, de algún modo, demostrar que al menos has cogido los goskits correctos, o el “Dios” correcto, etc.
Deténgase a pensar en ello. Ahora, con un poco de suerte, veremos por qué tales proposiciones parecen “sin sentido” comparadas a una afirmación como “el agua hierve a 45 grados Fahrenheit a nivel del mar en este planeta”, que fácilmente se presta a ser probada (y a la refutación) o “me siento como una mierda”, que probablemente contenga verdad para el hablante, pero siempre permanece problemática (pero no “sin sentido”) para los oyentes, quienes saben que el hablante ha descrito un sentimiento humano común, pero no saben si quiere decir lo que está diciendo o si tiene algún motivo para engañarles. “Me siento como una mierda” puede funcionar como lo que el Dr. Eric Berne llama un Juego de Pata de Palo -el intento de eludir una responsabilidad fingiendo incapacidad.
Consideremos otras ideas no falsables para las que al menos podamos imaginar una prueba, pero para la que en el presente no existe una tecnología que lo permita (“me siento como una mierda” podría caer dentro de esta categoría). Algunos se refieren a esta enigmática clase de proposiciones como “indeterminadas” más que propiamente “sin sentido”. Las siguientes afirmaciones se presentan como indeterminadas:
  • La estrella de Barnard tiene uno o más planetas en su órbita.
  • Homero eran en realidad dos poetas que escribían en colaboración.
  • Los primeros colonizadores de Irlanda venían de África.

No podemos “ver” la estrella de Barnard tan claramente como para probar o refutar la primera aserción, pero probablemente la veremos lo suficientemente clara como para tomar una decisión después de que el telescopio espacial se ponga en órbita (desde la Tierra se pueden ver frecuentes oclusiones de la estrella de Barnard que han llevado a muchos astrónomos a sospechar que nuestra visión de ella queda bloqueada periódicamente por planetas orbitando, pero esta deducción sigue siendo una suposición hasta la fecha en que escribo esto). La gente puede tirarse discutiendo acerca de Homero para siempre, pero nadie probará su suposición hasta que ocurra algún avance en la tecnología (por ejemplo, que un análisis informático de la elección de palabras pueda determinar si un manuscrito tuvo uno o dos autores, o que inventemos una máquina del tiempo…). Algún día la arqueología puede que avance hasta el punto de identificar los primeros habitantes de Irlanda, pero por ahora solamente podemos inferir que quizás algunos vinieran de África.
 Así pues, donde la lógica aristotélica asume tan sólo las dos clases “verdadero” y “falso”, la ciencia post-Copenhaguista tiende a asumir cuatro clases, aunque sólo el Dr. Anatole Rapaport lo ha dicho claramente – “verdadero”, “falso”, “indeterminado” (no falsable todavía) y “sin sentido” (no falsable nunca). Algunos positivistas lógicos también se refieren a afirmaciones “sin sentido” como “abusos del lenguaje”; Nietzsche simplemente las llamó “estafas”. Korzybski las describió como “ruidos”, un término que ya he tomado prestado.

Entre las proposiciones acerca del universo que subyacen la falacia de “una realidad profunda”, se puede mencionar el concepto del universo como cosa estática, donde la investigación actual parece indicar que concebirlo como un proceso activo encaja mejor con los datos. Una cosa estática o una entidad parecida a un bloque puede tener una “realidad profunda” pero un proceso tiene trayectorias cambiantes, evolución, “flujo” Bergsoniano, etc. Por ejemplo, si los primates tuvieran una “realidad profunda” o “esencia” aristotélica no podríamos distinguir a Shakespeare de un chimpancé.
(Nuestra incapacidad para distinguir a ciertos predicadores fundamentalistas de los chimpancés no contradice esto).

“Una realidad profunda” también implica la idea del universo como un asunto de dos caras hecho de “apariencias” y una “realidad subyacente”, como una máscara con una cara tras ella. La investigación moderna, sin embargo, indica una serie indefinida de apariencias en diferentes niveles de zoom instrumental y encuentra no una “sustancia” o “cosa” o “realidad profunda” que subyace a todas las diferentes apariencias que reportan distintos tipos de instrumentos. Por ejemplo, la filosofía tradicional y el sentido común asume que el héroe y el villano tienen diferentes “esencias”, como en los melodramas (el villano puede llevar la máscara de la virtud, pero sabemos que “es realmente” un villano); pero la ciencia moderna dibuja las cosas en flujo, y flujo en las cosas, de modo que el sólido se convierte en gas y el gas se vuelve a convertir en sólido, así como el héroe y el villano se difuminan y se vuelven ambiguos en la literatura moderna o en Shakespeare.

Un modelo, o realidad-túnel,  nunca “lleva una corona”, por así decirlo, y se sienta en un esplendor de realeza sobre todos los demás. Cada modelo tiene sus propios usos en su área apropiada. “Un buen poema” no significa nada en ciencia, pero tiene muchos, muchos significados para los amantes de la poesía -un significado distinto,  de hecho,  para cada lector…
Resumiendo, “una realidad profunda” parece, bajo este prisma, tan absurda como “un instrumento correcto”, o la “única religión verdadera” medieval; y preferir, por decir algo, el modelo ondulatorio de la “materia” al modelo partícula parece tan estúpido como afirmar que el termómetro dice más acerca de la verdad que el barómetro.
Pauline Kael siempre odia las películas que a mí me gustan, pero esto no significa que uno de nosotros tenga un “detector de buenas películas” defectuoso. Simplemente quiere decir que vivimos en realidades émicas diferentes.

Quizás nos hayamos ido un poco más lejos de lo que al operativista estricto le gustaría. No hemos insinuado solamente que la “verdad física” no posee más “profundidad” intrínseca que la “verdad química”, o que la “verdad biológica”, o incluso la “verdad psiquiátrica”, y todas estas realidades émicas tienen sus usos en sus propios campos, sino que abrimos la posibilidad de que la “verdad existencial” o la “verdad fenomenológica” (las verdades de la experiencia) tienen tanta “profundidad” (y/o son tan “superficiales”) como cualquier verdad científica (o filosófica) organizada.
De este modo, los psicólogos radicales nos preguntan: ¿acaso la “realidad” de la esquizofrenia o la del arte no permanece “real” para aquellos que se encuentran en un estado esquizofrénico o artístico, no importa el sinsentido que parecen ser estos mismos estados para el no-esquizofrénico o para el no-artístico? Los antropólogos incluso preguntan: ¿acaso las realidades émicas de otras culturas no permanecen reales para aquellos que viven en esas culturas, no importa lo bizarras que puedan parecerle la jerarquía de Machos Blancos Geriátricos que define la “realidad oficial en nuestra cultura?

A finales del siglo dieciocho, la ciencia creía que el sol “era” una roca ardiente (ahora lo modelamos como un horno nuclear). William Blake, el poeta, negaba que el sol “fuera realmente” una roca y aseguraba que “era” una banda de ángeles cantando “Gloria, Gloria, Gloria al Señor Dios Todopoderoso”. La fenomenología dirá solamente que la visión científica parece útil a la ciencia, en cierta fecha, y que la visión poética parece útil a los poetas, o a algunos poetas. Este punto parece perfectamente claro si uno visiblemente evita el “es de identidad”, como yo acabo de hacer, pero abre un debate que gira en torno al Caos y el Sinsentido si uno lo reescribe como “el sol es una roca, o un horno, para la ciencia, pero también es una banda de ángeles para cierto tipo de poetas”. Intentad debatir esa formulación durante un rato y se entenderá por qué los físicos empezaron a parecer un poco locos cuando discutían “la materia son ondas, pero también son partículas” (antes de que Bohr les enseñara a decir “podemos modelar la materia como ondas o podemos modelarla como partículas, en diferentes contextos”).
Parece entonces, que desde ambos puntos de vista, el operativo y el existencial que las afirmaciones del “ser” no tienen sentido, especialmente si caen tipos como:
  • La física es real; la poesía es un sinsentido.
  • La psicología no es una ciencia verdadera.
  • Sólo hay una realidad, y mi iglesia (cultura/campo científico/ideología política, etc) lo sabe todo sobre ella.
  • Las personas que están en desacuerdo con este libro son una parvada de idiotas.

No obstante, parece que, a causa de que el sinsentido de todas las afirmaciones del “ser” no se reconoce generalmente, muchos físicos se confunden a sí mismos y a sus lectores diciendo “no hay realidad profunda” (o peor, “no hay tal cosa llamada realidad”. Vi esto último impreso, por un distinguido físico, pero por compasión no mencionaré su nombre).

Muy similar a esta confusión en la mecánica cuántica, los popularizadores de la psicología Transaccional -e, incluso más, los popularizadores de las filosofías orientales que recuerdan a la psicología Transaccional- a menudo nos dicen que “la Realidad no existe” o que “creas tu propia realidad”. Estas proposiciones no puede probarse, y no pueden refutarse tampoco -una objeción más seria hacia ellos que su falta de pruebas, ya que la ciencia ahora reconoce que las proposiciones irrefutables no tienen “significado” operativo o fenomenológico.
Así que, “pase lo que pase, a pesar de lo trágico y horrible que nos pueda parecer, ocurre para servir el bien supremo, o Dios no dejaría que ocurriera” -una idea muy popular, especialmente entre aquellos que soportan terribles penas- puede servir como función terapéutica para aquellos que se encuentran en un gran dolor emocional, pero también, desgraciadamente, contiene el clásico rasgo de pura habladuría vacía. Ninguna posible evidencia podría refutarlo, dado que la evidencia cae en la categoría de “cómo nos parecen las cosas”, y la afirmación rechaza dirigirse a esa categoría.
“Tú creas tu propia realidad” tiene el mismo carácter irrefutable y no falsable, y por tanto también entra en la clase de habladuría sin sentido, o en los “fantasmas” de Stirner (o en las “estafas” de Nietzsche o en los ruidos de Korzybski).

Lo que los popularizadores deberían decir, si su objetivo fuera la precisión, tomaría una forma más limitada y existencial. Tú creas tu propio modelo de realidad, o tú creas tu propia realidad-túnel (por tomar prestada una frase del brillante, si bien difamado, Dr. Timothy Leary) o (como dicen en sociología) creas tu propia visión de las “realidades” que encuentras. Cada una de estas formulaciones se refieren experiencias en el espacio-tiempo definidas y específicas, que fácilmente se confirman a sí mismas tanto en la demostración del día a día como en los experimentos controlados de percepción en laboratorio.

Así pues: el primer parecido entre la mecánica cuántica y el software cerebral -el primer paso en crear lo que me he atrevido a llamar Psicología Cuántica- se halla en reconocer el hecho de que el estudio tanto de la “materia” como de la “mente” nos lleva a cuestionar las nociones normales de “realidad”.
El segundo parecido se encuentra en el hecho de que dicho cuestionamiento puede degenerar fácilmente en un puro galimatías si no ponemos un especial cuidado en nuestras palabras (y, he aprendido que, incluso si ponemos especial cuidado en nuestras palabras, algunas personas leerán de forma descuidada y aún se llevarán un mensaje repleto de los galimatías que hemos tratado de evitar).
Consideremos las dos siguientes proposiciones:
  • Mi jefe es un borracho machista, y me pone enferma.
  • Mi secretaria es una zorra llorona e incompetente, y no me queda más opción que despedirla.
Ambas representan procesos mentales que ocurren miles de veces al día en las empresas modernas.
Ambas también se muestran como “abusos del lenguaje” o como mero “ruido” de acuerdo con la actitud científica moderna presentada en este libro. Si imaginamos estas frases dichas en voz alta por personas en terapia, distintos tipos de psicólogos los “tratarían” de diferentes modos, pero los terapeutas Racional-Emotivos, siguiendo al Dr. Albert Ellos, forzarían al paciente a reformular las elocuciones de acuerdo con los mismos principios a los que se insta en este capítulo.

En ese caso, las afirmaciones serían, traducidas del aristotélico a existencial, como:
  • Percibo a mi jefe como un borracho machista, y ahora mismo no percibo ni recuerdo (o percibiré ni recordaré) nada más sobre él, y enmarcar mi experiencia de este modo, ignorando otros factores, me hace sentir mal.
  • Percibo a mi secretaria como una zorra llorona e incompetente, y ahora mismo no percibo ni recuerdo (o no percibiré ni recordaré) nada más sobre ella, y enmarcar mi experiencia de este modo, ignorando otros factores, me inclina a tomar la decisión de despedirla.

Esta reformulación puede que no resuelva todos los problemas entre jefes y secretarias, pero mueve los problemas fuera de la arena de la metafísica medieval a un territorio donde las personas pueden tomar responsabilidad de manera significativa de las elecciones que toman.

Ejercicios
  1. Permita que cada miembro del grupo clasifique cada una de las siguientes proposiciones como significativas o sin significado.
    1. Saqué la basura esta mañana.
    2. Dios se me apareció esta mañana.
    3. Vi un OVNI esta mañana.
    4. La superficie de esta mesa mide dos pies por cuatro pies.
    5. El espacio se curva en la vecindad de masas pesadas, tales como las estrellas.
    6. El espacio no se curva en absoluto; simplemente la luz se curva en la vecindad de masas pesadas, tales como las estrellas.
    7. Los acusados son inocentes hasta que un jurado los declara culpables.
    8. La decisión del árbitro es inapelable.
    9. “La Historia es la marcha de Dios por el mundo.” (Hegel)
    10. En el acto de concepción, el macho y la hembra contribuyen ambos con 23 cromosomas.
    11. El diablo me forzó a hacerlo.
    12. Mi inconsciente me forzó a hacerlo.
    13. Mis reflejos condicionados me forzaron a hacerlo.
    14. Una iglesia es la casa de Dios.
    15. Cualquiera que critique al gobierno es un traidor.
    16. Abraham Lincoln sirvió como Presidente entre 1960 y 1968.

  1. En donde surjan desacuerdos, trate de evitar conflictos (disputas) y trate de comprender porque los desacuerdos deben surgir al juzgar algunas de estas proposiciones.

Fuentes

Quantuum Psychology, How Brain Software Programs You and Your World 
Robert Anton Wilson
First Edition 1990

Traducido por La_Calabaza 

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