martes, 4 de octubre de 2016

Ave fenix- Asuntos pendientes

El siguiente es un fan fic creado por mi dentro del foro Saint seiya absolute power, se trata de una historia pre entrenamiento y post entrenamiento del nuevo caballero del fénix dentro del santuario espero les guste No oficial. Pre-entrenamiento. Era una tarde nublada, y un joven avanzaba cargando agua en un par de cubos atados a una rama gruesa, trataba de avanzar lo mas rápido posible antes de que cayera la noche. Cada tarde era una rutina subir a las faldas del cerro para llevar agua a su pequeña casa, en la cual vivía solo desde pequeño, había quedado huérfano muy pequeño y sobrevivía haciendo trabajos en los campos de la gente vecina o haciendo reparaciones en las cuales se había adiestrado para poder sobrevivir y ganarse algo de alimento. Al llegar coloco en un barril el agua que había traído y entro a la casa, ahí junto a su cama reposaba una espada, la cual le había obsequiado un esgrimista extranjero que alguna vez fue de visita a unas ruinas cerca de su pueblo. Aquel turista en su tiempo fue muy amable con el y al ver el interés y el espíritu de lucha de el muchacho en el tiempo que estuvo ahí le había obsequiado aquella arma y le había enseñado a utilizarla, así después de su rutina diaria pasaba horas enteras entrenando con su espada de manera intuitiva, le agradaba el sonido de esta al cortar el aire dentro de su pequeña casa. Cuando quedaba sudado y fatigado se acostaba a dormir para al día siguiente continuar con su religiosa rutina. Al día siguiente, al regresar del pozo, vio a lo lejos una de las casas vecinas incendiándose, soltó los baldes y corrió tan rápido como su fuerza y sus pies se lo permitían hasta el lugar, era casa de un par de ancianos para los que de repente hacia algunos trabajos y lo alimentaban así que les guardaba un cariño y estimación especial. Al llegar como pudo, se abrió paso entre las llamas, para ver tirados los cuerpos de los ancianos, como pudo los saco de uno en uno. Al lograrlo se tiro al piso fatigado y trato de reanimarlos llamándolos y sacudiéndolos solo la anciana logro reaccionar un poco y esbozarle una sonrisa para después morir, el muchacho frustrado por no poder ayudarlos se soltó a gritar y a llorar cuando de pronto detrás de el unas risas se escucharon. Eran un par de hombres, cruzados de brazos que lo estaban observando. Traían unos extraños ropajes metálicos de un color violáceo y negro. El chico les pregunto quien eran y que hacían ahí, a lo que los extraños le respondieron que eran fugitivos de athena que habían llegado hasta ese lejano lugar escondiéndose de los santos griegos, habían cruzado el mar y estaban hambrientos, y los ancianos les habían negado el alimento y el asilo por lo que incendiaron su casa y los asesinaron sin piedad. Furioso se abalanzo contra ellos, intentando golpearlos pero fácilmente fue abatido de un solo golpe por uno de ellos. Aun así volvió a levantarse, golpeado; fatigado; y furioso su cuerpo comenzó a desprender una energía roja con tonos de azul índigo. Cegado por la ira lanzo un golpe contra uno de ellos, logrando herirle un brazo a lo que el otro respondió con un duro golpe en la cara que lo dejo inconsciente. Creyendo muerto los dos extraños siguieron su camino, y el al despertar aun con el dolor de los golpes, se dirigió a casa de un viejo del monte que podía curarlo. Al llegar fue recibido por un pequeño, que lo guio con el viejo y fue curándolo, al contarle lo que paso, el anciano con rostro preocupado, comenzó a contarle que cuando el era joven y estudiaba las artes de la sanación escucho hablar de gente así proveniente de Grecia a lo que el muchacho en tono suplicante le dijo que le contara como llegar ahí, el anciano lo hizo y el joven regreso a su casa. Al cabo de unos días ya algo recuperado tomo todo lo que tenia y su casa y lo vendio, solo conservo su espada y algo de ropa y emprendió el viaje hacia Grecia. Al llegar a Grecia comienza a recorrer los pueblos cercanos a el lugar que le habían indicado y tratando de darse a entender busca saber mas sobre los extraños, pero nadie parece darle una seña clara, el solo quiere buscar a los dichosos santos, y pedirles su ayuda para que aquellos malvados no puedan volver a hacer lo que hicieron en su patria. Al cabo de los días, hambriento y cansado logra llegar a los límites del santuario esperando encontrarse con alguien que lo oriente. Habían pasado algunos meses desde que emprendí mi primer viaje al santuario, desde que conocí la existencia de los santos y mi encuentro con aquel aspirante y el otro tipo, gracias al cual llegue a mi destino. Después de un muy accidentando proceso de entrenamiento, y de diversas peleas contra varios adversarios, por fin había logrado cumplir mi objetivo. Ya era un Santo de Bronce. Ampliar esta imagen. Clic aquí para ver su tamaño original Aun no había conocido a Athena, la diosa por la cual ahora vivía y a quien era mi deber defender junto con este mundo. Aun así ya he tenido la oportunidad de sentir su cálido y poderoso cosmo, lo cual llenaba de esperanza cada rincón de mi ser. Decidí quedarme para siempre en esta lejana tierra para defender el santuario al lado de los santos dorados y de plata. Sin embargo ante un aparente estado de calma, decidí pedir un permiso especial, al patriarca; una licencia especial para viajar unos días a mi país para poder resolver mis asuntos pendientes, antes de entregarme completamente al servicio a Athena. Antes de entregarme completamente a este mundo al que entrara gracias a aquel par de malignos que hicieron acto de presencia en mi hogar. Aquel par de malditos que hicieron que por primera vez mi cosmos ardiera ínfimamente y que me derrotaron, asesinando a esos os buenos ancianos que tanto habían cuidado de mi. Estaba seguro que seguían escondiéndose en aquellas tierras pues del otro lado del mar les seria más fácil esconderse de los demás santos, pero nunca de mí. Al serme otorgado el permiso primeramente me acerque a la ciudad mas próxima al santuario a trabajar para ganar algo de dinero para hacer mas llevadera mi travesía, de regreso a mi patria. Al regresar, no me fue tan difícil dar con esos dos, su paso de destrucción era mas que evidente, sumado a mi conocimiento de aquellas serranías, me permitieron dar con ellos casi de inmediato. Para cuando los encontré, los vi saqueando y destruyendo a otra pobre aldea, mirándolos me fui acercando poco a poco a ellos desenvainando mi vieja espada y me les plante de frente, como tanto había deseado. - ¿Tu? Pensé que estabas bien muerto muchacho y ahora vuelves a aparecerte frente a nosotros, ¿Qué pasa quieres atacarnos con ese mondadientes tuyo otra vez? Jajá - Te remataremos en seguida para que te vayas al infierno pequeño e imbécil héroe- Sonreí engreídamente y enterré mi espada en el suelo. -En realidad, esta vez, traje una mejor y más afilada espada que esta. Una espada de… Athena! Ambos hombres palidecieron al nombrar a la Diosa y uno de ellos se abalanzo rápidamente en mi contra. -¡Muere! Estúpido- -No, esta vez no….- Dije al llevar mi puño a la altura de mi pecho y encender mi cosmos índigo para formar el que ahora era uno de mis ataques predilectos…. -¡Energy Sword! – Esta vez era mi puño el que golpeaba al adversario atravesando su pecho. -¿Qué como pudiste hacer eso?- Grito consternado el otro Me gire y camine un par de pasos, aquel engendro pudo ver al fin mi caja de pandora. Tome la cadena y por fin, un fulgor dorado y rojo emergió, la armadura cubrió mi cuerpo nuevamente. -Una armadura? Pero como? Ahora eres ….. -Soy el ave inmortal que resurge de sus cenizas, Soy quien ha de regresarlos al infierno de donde salieron soy el Ave Fénix! -Phantasos Corax!- Mi golpe atravesó su cráneo, pude sentir como todo su ser se convulsionaba ante mi ilusión diabólica, entre visiones de sus pecados su cerebro termino estallando, dejando de pie un cuerpo hueco e inerte, vacío y sin alma. Mi phantasos corax había destruido todo su sistema nervioso de raíz provocándole un derrame cerebral bastante agresivo. Mi rostro esbozo una leve sonrisa. Comencé a andar, y tiempo después llegue a la tumba de aquellos ancianos que tanto me habían dado al perder a mis padres, incluso cuando me negué desde niño a vivir con ellos como una familia, ellos fueron lo mas parecido a una en mi vida. Tome la espada y la envolví en un paño blanco, y la deje justo en medio de sus tumbas, donde reposaban en el monte. -A los santos no nos permiten portar este tipo de armas, además ya no las necesito, es parte del pasado y de mis recuerdos al igual que ustedes, ahora tengo un deber que cumplir gracias por todo descansen en paz- Me quede un momento en silencio y posteriormente me volví a levantar, dando media vuelta comencé a caminar, ya no había venganzas ni fantasmas que me atormentaran, mucho menos pendientes, ni nada que me atara a estas tierras. Volvía una vez mas rumbo al santuario, el lugar que me redujo a cenizas y el cual me vio renacer como un guerrero de Athena, el lugar donde me levante como el Ave Fénix. Volvía caminando al lado de los que en adelante serian mis camaradas, listo para defender a la diosa y al santuario como era mi nueva misión y objetivo en la vida. Emprendí la travesía al horizonte con el atardecer, con mi armadura puesta, hacia ese atardecer, rojo como las llamas del infierno donde ya antes me había consumido, y donde siempre he de volver a levantarme, como el ave de fuego….

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